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Analistas 31/03/2014

Pobres multimillonarios, victimizados por ideas pretenciosas

Foto: Medi/tirana, albania/cartoonarts international/ the new york times syndicate
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Quiero decir, no hay tantos multimillonarios. Nuestras identificaciones de múltiples ejemplos del género que no solo cree que los progresistas son iguales a Hitler sino que también lo dice en público deben indicar que una proporción importante de nuestros multimillonarios comparte esta creencia, pero son más reservados al respecto.

Afortunadamente, gran riqueza no conlleva gran influencia política en el Estados Unidos moderno, ¿cierto?

El artículo reciente de Jonathan Cohn sobre el Sr. Langone, publicado en The New Republic (puede verse aquí: bit.ly/1m44nns), hizo recordar una queja previa del mismo tipo en Bloomberg TV, en la que denunció a su seguro servidor y a mis “pretenciosas ideas y pensamientos”. Creo que este desvarío (y otros similares) da una pista parcial con relación al misterio de la persistente popularidad del “macro canon” de Wall Street pese a su absoluto fracaso en la práctica.

Después de todo, ¿contra qué estaba protestando furiosamente el Sr. Langone?

Bueno, contra mí, por supuesto. Pero, presumiblemente, no contra las ideas “pretenciosas” en general: el Sr. Langone realmente no puede ser estúpido, y estoy seguro que en lo que respecta a sistemas de información para manejo de inventarios, digamos, está bastante dispuesto a aceptar la idea de que algunas cosas son técnicas y requieren cierto conocimiento.

No, pienso que realmente está despotricando contra os cosas. Primero, la idea de que entender de economía, al contrario de otros temas, pudiera invocar cierto tipo de experiencia especial. Este es un problema demasiado común entre los ricos, y pudiera ser especialmente entre los hombres que han triunfado por su propio esfuerzo: piensan que su éxito financiero significa que entienden el sistema económico, y desafían la noción de que la macroeconomía tal vez sea más que la suma de estrategias comerciales individuales.

La otra fuente de su ira (y creo que ésta llega al corazón del canon de ala derecha) es su furia contra la noción de que a veces la escasez no manda. Para mucha gente de la derecha, debe ser cierto (simplemente debe serlo) que la prosperidad está limitada por la disposición a producir de la gente productiva (esto es, gente como ellos).

La idea de que a veces el problema es, en cambio, una falta de demanda, que la falla es un desperfecto del sistema en lugar de ausencia de suficiente esfuerzo, es un anatema. Entre otras cosas, sugiere que a veces la gente tiene éxito o fracaso por motivos que no tienen nada que ver con sus talentos y virtudes personales, o con la falta de éstos, sugerencia que tipos como el Sr. Langone (quienes creen que se ganaron por completo su éxito personal) encuentran profundamente ofensiva.

Y así, cuando alguien dice que estamos en una economía deprimida donde los déficits no desplazan el gasto privado, y en la que imprimir dinero no significa inflación que expropie la riqueza que tanto les costó, no escuchan los argumentos, y ni hablar de prestar atención a la evidencia.

Lo toman como una afrenta personal, y empiezan a quejarse de disparates pretenciosos.

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